Fotografía (PH): Eugenio Mazzinghi.
Hobby, merchandising, un gesto poético, una aventura empresarial. Cualquiera sea el motivo, son muchos los rockeros argentinos que buscan su propio vino.
Autor del artículo: Sabrina Cuculiansky
La música y el vino siempre fueron compatibles. Qué mejor plan que escuchar un buen disco o disfrutar de un show con una copa en la mano. Y cuántos grandes artistas eligen poner una botella de tinto en sus camarines antes de salir a tocar.
El encuentro entre ambos placeres tiene otros puntos en común. Se utilizan similares terminologías tanto para hablar de la composición de un tema como para referirse a la elaboración de un vino: «los mejores cortes», «sus estilos únicos», «las mezclas», «los ensambles» y hasta los ensayos necesarios para lograr el resultado buscado.
Y lo más interesante de este mix es cuando son los músicos quienes usan estas frases para hablar de sus propios vinos.
En los últimos años, las producciones de muchos rockeros locales fueron engrosando la lista de los vinos que se encuentran a la venta en las bateas de las vinotecas. Coti Sorokin, Juanchi Baleirón, Germán Daffunchio, Fernando Ruiz Díaz, Gustavo Santaolalla, Pedro Aznar, Adrián Barilari, Felipe Staiti y Gillespi son parte de un grupo enamorado de los tintos que decidió ir más allá de sus composiciones y ponerles música a sus botellas. Un sonido que vibra cuando se degustan sus vinos.
Algunos comenzaron esta actividad como un hobby, y luego el interés los llevó a desplegar el arte vínico en una empresa. Otros arrancaron con la idea de tener su bodega como un proyecto totalmente separado de la música. Hubo quien lo pensó como una forma de acompañar a sus fanáticos, y en este afán terminaron enamorándose del proceso. Cada uno con su estilo, llevó adelante su aventura.
Los crean en silencio, acompañan la inspiración con música, se inspiran escribiendo poesías. Cada uno se toma más o menos tiempo, les cantan a las barricas y hasta deciden hacer percusión despertando a dios Baco.
Son músicos internacionales que cargan sus vinos en la maleta y los sacan al mundo representando al país. A todos lados llegan con sus vinos, generalmente con muy buenos puntajes de la crítica, y los presentan en degustaciones atípicas, catas que se convierten en shows, porque finalmente es allí en donde pueden unir sus dos pasiones.
Una camada surgió con el empuje de uno de los mejores enólogos de Argentina y músico, Marcelo Pelleriti, quien creó el festival Wine Rock y sedujo a varios músicos a meterse en este fascinante mundo. «Siempre me gustó la música, siempre toqué en alguna banda y los ensayos que tenía con mis grupos eran en la terraza de la bodega Monteviejo. Empezaron a venir músicos a la bodega y en 2011 organicé el Wine Rock. A partir de entonces empezó a crecer el rumor y enseguida me visitó Pedro Aznar y otros músicos. A todos los que venían a la bodega, como un juego, les hacía elaborar su corte. Les ponía 15 o 20 muestras de vinos y hacían un corte. Se llevaban su propia barrica con el vino que habían elegido. Son 300 botellas«, explica Pelleriti, quien divide su tiempo entre las cosechas de Valle de Uco, en Mendoza, y Pomerol, en Francia. «Con Pedro Aznar, por ejemplo, armamos una empresa que se llama Abremundo, y en algún momento vamos a construir una bodega. Cuando vino Jaime Roos, iba probando las muestras mientras tocaba el charango, fue maravilloso«.
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Para Marcelo, primero fue como un obsequio por participar en su festival. Sin embargo, algunos de esos músicos quisieron seguir con el proyecto. «Lo importante era que entendieran y tomaran conciencia de que son proyectos que hay que hacerlos funcionar. No es fácil vender vino y hay que ocuparse mucho -aclara-. Ellos mismos viajan con sus botellas, las ofrecen y es algo muy lindo«.
Fernando Ruiz Díaz
Es el vocalista, compositor y guitarrista de Catupecu Machu. Pero sus vinos llevan el nombre de Vanthra, el mismo de su proyecto musical paralelo. A Fernando no le interesan los varietales, él se juega por los blends, la mezcla de uvas.
«Es una cuestión de gustos -aclara-. Me gusta la guitarra, me gusta viajar en moto, me gustan los autos. Y en el caso de los vinos, para mí tienen que ser ricos, fáciles de tomar y complejos a la vez. Eso lo encuentro más en el blend, me saben más complejos que los de una sola uva. Lo relaciono más con un trío: guitarra, bajo y batería. Y cuando se destapa el vino, la voz se la pone el intérprete al tomarlo. Y cada cual le da la suya«.
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Gustavo Santaolalla
Compositor, músico, productor musical, documentalista. Líder de Bajofondo, propietario de un sello discográfico y winemaker . Con 18 Grammy, 2 Oscar, 1 Golden Globe, dos Bafta, entre muchos otros premios, es el único músico argentino con bodega propia. Un proyecto que comenzó en 2005, que se llama Cielo y Tierra, y que hoy marca su propio ritmo de éxitos internacionales.
«Creo que el vino es una cosa sumamente creativa y cuenta con eso que tiene la música, que no siempre sale de la misma manera cuando la tocás, porque hay muchos componentes que la hacen -dice el exintegrante de Arco Iris-. En el caso de la música, elegir los acordes, la melodía; en el caso del vino, es determinar cuándo regás, cuánto podás o no. Existe un paralelismo, porque es una actividad sumamente creativa y yo encuentro una relación entre el vino y la música«, explica Santaolalla durante su estadía en Buenos Aires, luego de su participación en Estados Unidos invitado por Eric Clapton, otro show en Dallas y una semana con 14 horas diarias de grabación en Madrid.
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Juanchi Baleirón
Es productor, guitarrista y cantante de Los Pericos, pero además de su pasión musical profesa a viva voz su amor por la gastronomía y los vinos. Tiene un programa de radio que se llama Asado Vegano, en Nacional Rock, produce vinos, cocina y también cuenta con su aceite de oliva y su aceto balsámico, indispensables para terminar sus preparaciones.
Soy fanático del vino. Desde hace mucho me interesé en conocer quiénes eran los hacedores del mundo del vino y hace 10 años me hice muy amigo de Ale Vigil y Marcelo Pelleriti. Primero Marcelo me regaló una barrica vacía nueva, francesa, y me dijo: «La llenás con lo que quieras, la dejamos unos años y después la embotellamos y vemos que hacés». Quedé como loco, imaginate yo, fanático del vino, con los viajes, con el conocimiento que tenía y que un número uno me proponga eso. Es como si me dieran la cinta de los Beatles y me dijeran: «Mezclala». Armé mi blend y, como le había puesto tanta garra, decidí elaborar también un malbec para salir a competir al mercado. Le puse Malbecaster, por el nombre del famoso modelo de guitarra Stratocaster, y para la etiqueta me ayudó Federico Dell Albani, diseñador de tapas de discos. Más adelante saqué un rosado con el nombre Pink Flood, y obviamente en vez de una guitarra está el bajo de Roger Waters. El tercer vino es el Gran Baleirón (una guitarra acústica), ese que dio origen a esta historia, aquel vino de la primera barrica -que luego fueron siete- y que es el vino de alta gama, que logró 93 puntos. Ahora se viene un espumante que se llama Champ Amp y este tiene un amplificador en la etiqueta.
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Adrián Barilari
Es el cantante de Rata Blanca, la banda que lleva más de tres décadas desparramando su heavy metal clásico por toda América Latina. Justamente entre vuelo y vuelo, debido a una gira por Colombia y otros países de la región, se refirió a su pasión por los vinos.
«Con los años me fue interesando más y vi que había varios artistas que tenían su marca. Casualidad o no, en un viaje a Mendoza conocí a un amigo, Gabriel Guardia, que es una persona abocada a esto. En un asado me dio un empujón y me dijo: «Tendrías que tener un vino con tu nombre». Primero lo tomé como una broma, pero con ayuda elaboré un malbec que se llama Abuso de Poder. Como me gustó y resultó muy bien, ahora estoy trabajando en uno nuevo que se llama Infierock, que es un rosado«. Cada uno de los vinos lleva el nombre de los discos de su carrera solista.
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Coti Sorokin
Cantante y compositor rosarino, vive entre España y Argentina, tiene su propia cava y colecciona etiquetas de los lugares que visita. Pero sobre todo, el vino es la bebida que elige tener siempre en el camarín de sus conciertos.
«Soy tomador de vino, descubrí diferentes denominaciones de origen viviendo en España y me hice un poco aficionado. Cansado de que los promotores de conciertos me pusieran vinos malos en los camarines, un día Marcelo Pelleriti me ofreció hacer mi propio vino para mis conciertos.
Y así lo hicimos. En realidad, en principio era para mí, para las giras, y después resultó tan bueno que decidimos sacarlo a la venta».
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Revista del diario La Nación. https://www.lanacion.com.ar/tema/la-nacion-revista-tid56307