Foto (PH): Julián Llarralde
Crónica del concierto ofrecido por este gran exponente del folclore argentino y de la milonga campera, en el Teatro Helios (El Palomar).
José Teodoro «El Pampa» Larralde Saad es un cantautor argentino que ronda los 80 años (nació en 1937) y es un gran referente en el género de milonga campera y de la música popular argentina. Ya de chico comienza a escribir canciones que lo acompañan en sus diversos trabajos rurales que le brindan experiencias que luego vuelca en sus letras.
Se hace conocido de la mano de Jorge Cafrune en 1966 y un año después graba su primer disco Canta José Larralde siendo su último trabajo discográfico A las 11 y cuarto grabado en 1999. En total: casi treinta discos, sin contar re ediciones. En el año 1995 recibe el Premio Konex de Platino al mejor cantante masculino de folclore de la década en la Argentina.
Es viernes 31 de Marzo, a la noche y, ante un muy heterogéneo público —compuesto de gente de diversas edades y gustos musicales— aparece en el escenario con su figura —con respeto— de abuelito de Heidi. Tupida barba y cabellera totalmente blancas, se acerca lentamente, guitarra en mano a su silla. La escenografía se completa simplemente con atril, un par de micrófonos y una mesita a su costado: su presencia es el centro de la escena.
El encuentro era a propósito de la presentación de su espectáculo «Cosas nomás«; Y ya de entrada –y con un tono pausado que mantendrá toda la noche— comentó: «esto no es un show, o un concierto: es una guitarreada«. Dejando claro la forma que tendrá toda su presentación: un puñado de canciones acompañadas de su correspondiente explicación del contexto en que fueron escritas, anécdotas, reflexiones y comentarios incluidos.
Contrariamente a lo que pueda hacer parecer su imagen seria e imponente, sus ocurrencias y forma de expresarse hace que las carcajadas del público no dejen de aparecer durante todo el concierto, mezcladas con los silencios respetuosos.
Ante un auditorio cómplice, empezó hablando de su intimidad personal: contó sobre una situación de robo que había sufrido al oír una alarma mientras dormía la siesta en su departamento. También hizo referencias a temas de actualidad como los bombardeos de Donald Trump y los atentados; el paro nacional: mostrándose «triste por el odio entre hermanos de la misma patria…».
Arrancó con la milonga «Un día me fui del pago» que compuso para sus pagos de Huanguelén, en la Provincia de Buenos Aires.
Luego siguieron más anécdotas y canciones. En «De hablarle a la soledad» recordó a Roberto Molina, un changarín que fue quien le enseñó los primeros acordes en la guitarra. Contó detalle sobre las viejas cuerdas de tripa de gato que se usaban por entonces y cómo las remendaban para seguir tocando, ya que se cortaban muy fácilmente.
Al explicar «La noche del peludero» rememoró sus peripecias burocráticas al tener que registrarla en SADAIC: porque el ritmo de «milonga chamarritada» que él había inventado no existía. «No podemos ponerle así porque ese género no existe«, le decían en su momento, y él respondía: «No existía, ¡pero ahora existe! ‘La Cumparsita’ tampoco existía hasta que existió» recordó, ante las risas cómplices del público.
Llegó luego el turno de «Ramón Contreras«, un relato por milonga dedicado a un viejo amigo de su pueblo que se suicidó y con quien dio sus primeros pasos de peón. «Y si había tiempo» –dice la letra– «ayudaba algún tierno de baldeo» en referencia a un Larralde recién iniciado en el oficio.
Antes de cantar Ayer bajé al poblao describió sus desventuras y las de los demás habitantes del pueblo para conseguir alimentos a través de la caza. Y comentó: «hoy algunos justifican que la gente robe diciendo que no tienen para comer. Y eso es mentira, yo me c… de hambre y nunca robé nada«. Aprovechó, entonces, para relatar las comidas que su madre preparaba con «todo lo que sobraba» y cómo el padre le decía: «¡echále sal!, ¡echále sal!» «y ‘la vieja’ cortaba una rodaja para cada uno y ¡había que comerla! Claro, después uno se iba a tomar la presión a la gomería«.
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En «Por dentro de la vida» («…se fue sin decir palabra…«, «Naides mezquina salmuera, cuando es de otro lomo el tajo«) evocó como muchas veces se sentaba y no quería trabajar más y cómo eran sus diálogos con los patrones.
Recordó a «Mi viejo mate galleta» como una «milonga chiquita» que compuso a los 14 años cuando fue a pedir trabajo como tractorista en una estancia. Dijo también que él escribía sobre esas cosas, pero que nunca imaginó que más adelante las iba a cantar en público y a la gente le iba a gustar. Además habló como, a pesar de haber estudiado hasta sexto grado de la escuela primaria, aprendían «circunferencia, PI, raíz cuadrada, etc.«. Por último hasta dio consejos «de regalo» sobre cómo cargar gasoil en tractores con motores diesel.
«Si ustedes se cansan o se aburren, me avisan y no hablo más: toco todas las canciones hasta la última y nos vamos todos» advirtió un par de veces durante la velada, ante la negativa generalizada del público, que lo incitó a seguir con sus relatos. «Es lo mejor que sabés hacer» recordó, risueño, que una vez le gritó una mujer del público.
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Larralde y su polémica guitarreada de cinco horas
Los combatientes de Malvinas —»los que se perdieron y los que volvieron pero fueron olvidados«— tuvieron su homenaje con el loncomeo «Patagonia«. Y aquí también habló sobre Milton Aguilar y Marcelo Berbel (autores de «Quimey Neuquén», otro loncomeo cantado y grabado por Larralde) y reconoció sus aportes como músicos e investigadores, y aclaró que originalmente el loncomeo era una danza indígena.
Ya a esa altura de la noche se había hecho el tiempo para largar frases como: «Se qué hay muchos que quieren ir al baño desde hoy, yo me doy cuenta, porque son los que se ponen violeta«. O, cuando no encontraba las partituras de los temas que seguían en su carpeta: «¡Quién me manda a mí a ordenarlas!«. Para rematarla con «Ah, al principio me olvidé decirles que no me pidan temas, ¡porque no les voy a dar pelota!«.
Narró seguidamente la historia del particular personaje de su pueblo: «El Tamayo» (que le da título a su milonga homónima) y al que llegó a comprar con el histórico griego Diógenes). “Si van para mi pago, ¿para qué van a ir? Pero, por ahí, quizás se toman un avión para Neuquén y por ahí maneja ‘la Xipolitakis’ y se caen cerca de mi pueblo, y suponiendo que no les pase nada, que todos se salven y no tengan nada que hacer, pueden ir a pasear un poco y preguntar por ‘El Tamayo’«. Luego se acordó cuando hace tiempo le hicieron una entrevista para la TV —»a la cual voy siempre«, ironizó— y después no salió al aire porque la cortaron para pasar al cura que en todos los canales cerraba la trasmisión.
Ya cerca del final contó una divertida historia sobre Cristóbal Colón y explicó el incorrecto uso de la palabra «indios». Para proseguir con consejos sobre abrazar más seguido «al viejo» o a «la vieja» y decirles «te amo». «Esa es la palabra, ‘te quiero’ es muy posesivo, ¿te quiero qué? ¿dar una trompada? ¿abrazarte?… háganlo ahora que pueden, que después es tarde y uno se arrepiente de los abrazos que no dio. Y no tengan miedo, que dar un abrazo y llorar no es una mariconeada, es cosa de hombres también«.
Y ya para cerrar su larga «guitarreada» –de más de tres horas seguidas– incluyó «El alegre canto de los pájaros tristes» y «Cosas que pasan«.
A la salida del teatro un vendedor ofrecía remeras negras con la inscripción de «El Pampa», una de las cuales compró este cronista, para luego de esa mágica noche salir afuera, al mundo, a seguir escuchando «El alegre canto de los pájaros tristes»…
Y vos ¿Qué opinás sobre «El Pampa»? ¿lo viste en vivo?
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Músico, periodista y programador de PC. Fundador y director de la revista encontrArte Musical
7 comentarios en «Cosas nomás, Larralde en El Palomar»